Cristina Elena Ledesma
Como ya es habitual, la
audiencia de ayer comenzó con una hora y media de retraso. En primer turno
declaró Cristina Elena Ledesma, ex obstétrica del Hospital Militar de Campo de
Mayo, actualmente jubilada, cuyo testimonio fue solicitado por la defensa de
Luisa Yolanda Arroche.
Ledesma trabajó en el
servicio de Obstetricia y Ginecología del Hospital Militar de Campo de Mayo entre
1973 y 1987. Realizaba guardias de 24 horas, ingresaba los lunes a las 7 y se
retiraba los martes a la misma hora.
Recordó a Julio César
Casserotto como el jefe de Servicio durante entre 1976 y 1978, período en el
cual dieron a luz las embarazadas desaparecidas cuyos casos se investigan en el
juicio. Debajo del director se ubicaba el “médico de servicio” o “médico
interno”, siempre un militar, y esta estructura, según Ledesma, era similar en
el resto de los servicios.
El “médico interno” era
una figura rotativa. Su función consistía en firmar las órdenes médicas y
recorrer las distintas áreas. Ledesma mencionó algunos apellidos que se le
vinieron a la cabeza, entre ellos “el propio Casserotto, Martín, Bianco [estos
dos últimos imputados en la causa]”.
Refiriéndose al servicio
ginecológico, la testigo explicó que había médicos “que hacían salas, otros
consultorio y por la noche había uno de guardia”. “La de Ginecología estaba
compuesta por un médico civil y una enfermera”, explicó.
Consultada por la
fiscalía, relató el mecanismo de ingreso y el itinerario normal de las
pacientes: “Interveníamos el médico, la neonatóloga y yo. Si había cesárea se
lo llamaba al cirujano de guardia. Si se producía el nacimiento, había que
consignar todo en el libro de partos: nombre, apellido, DNI, edad, cantidad de
hijos que tenía, el peso del bebé, el sexo, la hora del parto, el número de
historia clínica. Y después se confeccionaba el certificado de nacimiento”.
“Las historias clínicas se hacían todas, siempre”, aseguró, y puntualizó que
“la pediatra se ocupaba de la del bebé que se adosaba a la de la mamá”. “Yo
entregaba la guardia, a las 7 del martes, con la historia y el certificado
listos”.
Ante la pregunta de si
conocía a Luisa Yolanda Arroche, respondió: “Era una colega que me tomaba la
guardia los martes pero no sé precisar si estuvo esos años, sé que estuvo internada
en la División
de Infecciosas porque estuvo enferma, con una tuberculosis, más de un año o
dos, y hubo que reforzar esa guardia”.
Interrogada sobre el
período en el cual estuvo internada Arroche, Ledesma no supo o no quiso dar
precisiones. “Estando de guardia, me ponía un barbijo e iba a saludarla, pero
nunca fui amiga de ella”, aclaró. “No recuerdo”, dijo bajando la vista cuando
la jueza María del Carmen Roqueta le repreguntó al respecto.
La ex enfermera sí
recordó haber visto a “dos o tres detenidas que estaban en un pabellón
especial, sin nombre, cerca de la
Maternidad , y que se las controlaba como a cualquier
embarazada en trabajo de parto”. “Todas
dieron a luz en la sala de partos, en el sector de quirófanos”, contó.
Sin embargo, sus partos
no eran registrados en el libro de nacimientos. “Eran las órdenes que
recibíamos de Caserotto, el jefe del Servicio”, subrayó Ledesma, y añadió: “A
veces había algún soldado apostado en la puerta y yo entraba a verlas siempre
con Caserotto. Solamente las revisábamos y no hablaban nada, no respondían a
ningún interrogatorio, se las trataba como NN” (sic).
“En estos casos, que
fueron entre el 76 y el 78, no sé si el 79, éramos notificados a la mañana que
había una señora detenida en el pabellón de Infeccionas y que teníamos que
estar atentos a cuando se desencadenara el trabajo de parto”. “No era un tema
que se hablaba el de las detenidas y yo nunca vi ninguna mujer tabicada ni
atada”, expresó Ledesma.
La tarea de las parteras
de guardia era asistir en los partos naturales y llenar el libro y el
certificado de nacimiento. “Si era natural y yo había participado, ponía
`asistido`, y si el médico hacía cesárea ponía `constatado por el médico`. Si
la mujer no estaba con el bebé, yo no firmaba el certificado”.
Las detenidas, según el
relato de Ledesma, se quedaban 24 horas en el pabellón de Maternidad, siempre
en las habitaciones de los oficiales, que eran tres. “Al pie de la cama se
abrochaba una hoja con la información del parto, la indicaciones para el
posparto, si necesitaba antibióticos, etcétera. Yo trataba de hablar con ellas
pero nunca respondían, mutismo total, por ahí no tenían confianza, y solamente
querían tener a su hijo al lado”.
Vagamente, recordó a una
joven de pelo largo y castaño que le pidió tener al bebé en el pecho. “Me
parece que era un varoncito”, dijo. No obstante, cuando le exhibieron las fotos
de las detenidas embarazadas de Campo de Mayo –en uno de los momentos más
emotivos de la audiencia– no pudo reconocer a ninguna. “`Ver, oír y callar`,
nos decían a los civiles, y yo nunca vi llegar ni irse a ninguna detenida del
Hospital. A los civiles no nos decían nada”, se cubrió.
Si bien en una
declaración anterior Ledesma había señalado que cuando atendían a las detenidas
se quitaban la identificación del delantal blanco que usaban, ayer se desdijo:
“Debe haber un error, nosotras lo teníamos bordado y nadie nos pidió que lo
tapáramos. Y el doctor también lo tenía”.
El testimonio de
Ledesma, con varias lagunas, concluyó con la exhibición de varias fojas del
libro de partos y el reconocimiento de
su firma.
Carlos Raffinetti
A continuación prestó
declaración Carlos Raffinetti, ex médico ginecólogo del Hospital Militar, cuya
presencia fue requerida por la fiscalía y la querella.
Jubilado, de 78 años,
Raffinetti trabajó entre 1958 y 1981 en la institución. Entre el 76 y el 81 se
desempeñaba en el Servicio de Maternidad a cargo de Casserotto, a quien definió
como “una persona difícil”. “Chocábamos bastante. Yo venía con antigüedad en el
Hospital y a él había cosas que no le gustaban. Yo atendía mucha gente, mis
consultas estaban llenas, tenía gente que me elegía a mí, y esto a él no le
gustaba”. “Sus funciones eran manejar el personal, el abastecimiento, todos
dependíamos de él, que venía designado por la dirección del hospital y siempre
era un militar”.
Sobre Bianco recordó: “Tuve
una situación difícil porque él me falsificó un certificado de nacimiento. Eso
me trajo aparejados muchos problemas, peritajes, investigaciones, hasta que se
pudo comprobar que no era mi firma”. El testigo se refería a la partida de
nacimiento de Pablo Casariego Tato, el bebé robado por Bianco y por cuya
apropiación éste ya fue condenado.
Y a Raúl Eugenio Martín
lo calificó como “un buen especialista y compañero de trabajo”. “Tenía buena
relación con él, no me acuerdo si fue director o subdirector del Servicio
porque no tuve vínculo directo”, agregó. También recordó a la imputada Arroche
y la testigo Ledesma como parte del personal.
Raffinetti atendía por
la mañana el consultorio externo y además tenía días de operaciones o de urgencias.
Nunca estaba todo el día. “Toda embarazada que ingresaba era recibida por la
partera, y ésta decidía si se quedaba o no”, detalló.
Negó saber sobre mujeres
detenidas llevada a parir en la
Maternidad. “Se decía que había detenidas en Infectología y una
partera me comentó que había atendido ahí un parto junto con Casserotto”, dijo
Raffinetti, quien aseguró que durante la dictadura nunca entró en el pabellón
de Epidemiología: “Era una zona vedada, a la que no debíamos ir, y no sé
quiénes tenían acceso a la zona”.
Raffinetti negó además
conocer el papel de Bianco en ese sector ni haber visto alguna vez a Riveros o
Bignone en el Hospital.
Silvia Bonsignore de Petrillo
Si bien al inicio de la
audiencia uno de los secretarios del TOF Nº 6 informó que no se la había podido
ubicar, finalmente la obstetra Silvia Bonsignore de Petrillo se acercó a
Comodoro Py y declaró, visiblemente desganada, sobre su paso por el Servicio de
Maternidad del Hospital Militar.
Viuda, de 71 años, Bonsignore
realizaba “una guardia pasiva semanal, con rotativas pasivas los domingos y
atendía dos días a la semana por la mañana el consultorio”.
“Detenida yo vi una sola
persona, fue una paciente que tuvo su parto una mañana, me llamaron a la sala
de partos, ya estaba naciendo el bebé. La mujer estaba con los ojos vendados,
nació su bebé y quedó internada en Epidemiología. Yo me fui y no la vi más.
Cuando pregunté a las parteras y las enfermeras, me dijeron que la había venido
a ver su familia y que se había ido con su hijo”.
“En esa ocasión estaba
Casserotto y Nélida Valaris, la partera que hacía guardia conmigo. La
explicación que nos dieron era que la mujer estaba en la cárcel de encausados,
como otras y que muchas fueron atendidas allí mismo. Valaris y una enfermera,
que no recuerdo el nombre, me comentaron que habían ido a buscarlas y después
llevado en la ambulancia a la cárcel del encausados”.
El caso que narró
Bonsignore fue en la sala de partos, en el sector de quirófanos: “En la puerta
había soldados. Bianco, vestido de militar, me dijo que me había tenido que llamar
porque no lo había encontrado a Casserotto. Me dijo que era una paciente de la
cárcel de encausados. La operé y me fui. Normalmente, después de una operación,
es habitual que el cirujano se entere cómo anduvo. Pero a esa mujer no la vi
más, no se quedó en el Hospital. Participaron el anestesista, las instrumentadoras,
que eran las monjas, y alguien que me ayudó. Ya estaba el quirófano armado
cuando llegué. Creo que todavía no estaban los médicos de guardia de Neonatología.
Esto debe haber sido en el año 76” .
Bonsignore supo que la
paciente provenía de Epidemiología y que no se quedaría para que le hagan el
seguimiento habitual, entonces tuvo un altercado con Bianco. “No era una
responsabilidad que yo quisiera asumir”, dijo. La testigo se acordó de una
parturienta detenida de pelo ondulado, corpulenta, y de otra de pelo lacio.
Fueron los dos partos de detenidas que tuvo que asistir, y aún los recuerda
porque en el Hospital no había muchos partos, “veinte o veinticinco por mes,
nada más”.
Sobre Bianco dijo que
tenía dos hijos y que se comentaba que no eran de él. A Riveros recordó haberlo
visto frecuentemente en el Hospital, al igual que a Bignone, y cuando éste
llegaba se hacía “toda una ceremonia, con cornetas (sic), y nos causaba mucha
risa”.
José Aniceto Soria
De profesión enfermero,
José Aniceto Soria se incorporó al Hospital Militar en 1976 proveniente de
Mendoza, y trabajó allí hasta hace seis años.
Hasta el 2008, se
desempeñó en el área de Infectocontagiosas (Epidemiología), que se cerró ese
año. Hacía turnos rotativos y durante la dictadura atendió a varias mujeres
detenidas.
“En mi turno nunca tuve
indicaciones directas ni me dieron el nombre de estas mujeres. Había que
hacerle curaciones y las órdenes las daba Casserotto, aunque también se acercaba
a verlas Bianco y él a veces daba las órdenes para hacerles las curaciones de
las heridas de las cesáreas. Estas pacientes permanecían con la puerta abierta,
con personal de guardia, mientras yo hacía las curaciones. Teníamos prohibido
hablar con ellas”.
No las vio embarazadas. Las
veía llegar con mucho dolor, caminando y custodiadas. “Nos decían que venían de
Maternidad y que a estas personas no había que anotarlas. No vi nunca los
bebés, tampoco vi que se los llevaran para amamantarlos. Nunca conversé esto ni
siquiera con mi familia. Llegué a atender no menos de siete u ocho mujeres. A
cuatro de ellas en una sola habitación, todas juntas”.
El enfermero relató de
una vez que entró a esa habitación y las detenidas, con migas de pan, habían
hecho una especie de flores pero que mirando bien se veía un número de teléfono.
“Pero yo no entraba solo, sino con la guardia, y ellos las tiraron a la basura.
Ellas agradecían las curaciones”. El testimonio concluyó con el relato de otra
ocasión en que Soria debió acompañar, a pedido de Bianco, a una paciente en el
asiento trasero de un Renault 12 hasta la entrada del Hospital. Me dijeron que me
suba yo también `para que no pensaran mal`”.
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